Washington, D.C. — Bajo el rugir silencioso de la noche, siete bombarderos furtivos B-2 Spirit cruzaron medio planeta para ejecutar la Operación “Martillo de Medianoche”, el mayor asalto aéreo de precisión contra instalaciones nucleares iraníes jamás registrado. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, ha calificado la misión de “éxito aplastante”, asegurando que el programa nuclear de Irán ha quedado “devastado”.

En una comparecencia de alto voltaje, Hegseth, junto al jefe del Estado Mayor, general Dan Caine, reveló la magnitud de la ofensiva: más de 125 aeronaves involucradas, un elaborado despliegue de engaño con bombarderos sobre el Pacífico y un bombardeo quirúrgico ejecutado con la temida Massive Ordnance Penetrator (MOP GBU-57), usada por primera vez en combate real.

Natanz, Isfahán y la fortaleza subterránea de Fordo fueron blanco de un diluvio de fuego: 14 superbombas MOAB y dos MOP perforaron montañas blindadas, mientras un submarino estadounidense liberaba 24 misiles Tomahawk para pulverizar infraestructura crítica. En apenas 20 minutos, la fuerza aérea abandonó el cielo iraní dejando atrás un silencio ensordecedor y cráteres de destrucción.

El general Caine, sin rodeos, describió los daños como “extremadamente severos” y enfatizó el factor sorpresa: ningún caza iraní despegó, ningún escudo antiaéreo se alzó. Un golpe quirúrgico. Un mensaje.

“La orden de nuestro comandante en jefe, el presidente Donald Trump, fue clara y letal: neutralizar la amenaza sin titubeos,” advirtió Hegseth, lanzando un ultimátum directo a Teherán: “Cualquier intento de represalia será una idea terrible.”

No obstante, entre el estruendo de bombas, Washington afirma mantener abierta la puerta a la diplomacia. Según Hegseth, ya existen “contactos privados” para que Irán regrese a la mesa de negociaciones y detenga toda ambición nuclear.

“Irán sabe exactamente lo que debe hacer para alcanzar la paz. El mundo entero lo sabe ahora también”, sentenció el secretario de Defensa.